Cuando una persona ha sufrido un ataque de ansiedad en alguna ocasión (algo que no es dañino ni peligroso pero sí muy desagradable) las sensaciones asociadas al ataque, como pueden ser palpitaciones, sudoración, temblores o dificultad para respirar, se convierten en recordatorios muy vívidos de esa experiencia, y por tanto muy desagradables también, de manera que la persona empieza a evitar las situaciones o las acciones que puedan generar alguna estas sensaciones.

Así, por ejemplo, puede eliminar todas las bebidas con cafeína, evitar montar en atracciones o vehículos que pudieran generar mareo o sensaciones intensas. También puede dejar de ver películas o series de suspense o de terror que le podrían producir algún sobresalto. Y sobretodo, puede empezar a eludir cualquier actividad física que implique un ritmo cardíaco más rápido, como subir escaleras o echar una carrerita para coger el autobús.

El resultado es que esta creciente evitación condiciona la vida de la persona, que se vuelve cada vez más limitada.

Existen distintas técnicas para revertir esta sensibilidad extrema a las sensaciones, una de ellas es la Exposición Interoceptiva, una técnica específica de la terapia cognitivo-conductual (TCC) diseñada para reducir el miedo a las sensaciones físicas que suelen asociarse con los ataques de pánico.

En ella el terapeuta guía y acompaña a la persona para que realice ejercicios que provocan las sensaciones temidas, por ejemplo provocar un ligero mareo dando vueltas en una silla giratoria, o respirar deprisa para hiperventilar y provocar palpitaciones.

 Esto se hace en un entorno controlado y de forma  suficientemente paulatina para que la persona aprenda a tolerar gradualmente estas sensaciones recuperando parcelas de su vida que habían ido quedando vetadas.