persona que suprime malestar y pone buena cara

¿Te ha pasado sentirte mal y al mismo tiempo culpable por sentirte así? Quizás piensas: “No debería quejarme, tengo trabajo, familia, salud… ¿qué derecho tengo a sentirme así?”

Ese pensamiento es más común de lo que imaginas. Muchas personas con una vida aparentemente “resuelta” sienten que no pueden expresar su dolor, su estrés o su vacío porque consideran que sería como ser desagradecida con la vida o estar inmerecidamente insatisfecha.

Si en alguna ocasión se atreven a expresarlo, probablemente reciban de las personas que la quieren (y con la mejor intención) la sugerencia de pararse a pensar en los que no los que no tienen nada. Esto ahonda más ese sentimiento de ser inadecuada o quejica.

El resultado es que guardan silencio, se esfuerzan por sonreír cuando dentro no hay sonrisa, “ningunean” sus sentimientos, los suprimen o los ignoran. No hace falta decir que, lejos de ayudar, esto suele aumentar el malestar.

💡 Los sentimientos son lo que son. No podemos dirigirlos a nuestro antojo ni conviene enterrarlos, porque están ahí para darnos información de lo que necesitamos. Si los tapamos, nos perdemos ese mensaje.

No se trata de regodearse en la pena, sino de dar espacio a lo que aparece, reconocer su derecho a estar, escuchar el mensaje que trae y acompañarnos con autocuidado y cariño.

Porque sí, es perfectamente lícito sentirse incompleto aunque, desde fuera, todo parezca funcionar correctamente.

👉 tener una vida “resuelta” no significa que no tengas derecho a sentir, a necesitar apoyo o a pedir ayuda.

A veces lo que necesitamos no es justificarnos, sino encontrar un espacio seguro donde expresarnos sin miedo a ser juzgadas, para comprender qué información nos está dando ese malestar

💬 Y tú, ¿alguna vez has sentido que no “tenías derecho” a quejarte?