Algunas personas toleramos mal la incertidumbre, no nos gustan las sorpresas y nuestra medida de la tranquilidad está muy relacionada con nuestra sensación de control sobre el entorno.
¿Por qué genera desasosiego? Quizá porque no confiamos lo suficiente en nuestras posibilidades de adaptación al imprevisto o al cambio.
Para quien tiene seguridad en sí mismo, los imprevistos son como retos, posibilidades de mejora, u oportunidades, incluso son tomados como aquello que le da interés la vida, permitiendo salirse de la rutina.
Para quien no, imprevisto es sinónimo de desastre, de pérdida y de inquietud.
Sin embargo, la vida está llena de imprevistos y tenemos que aprender a aceptarla como llega. En realidad, es lo que da la sal a la vida. ¿Te imaginas una montaña rusa que no tuviera pendientes?
¿Qué necesitamos entonces para poder afrontar la vida sin miedo?
Necesitamos confiar. Confiar en nuestras capacidades para manejar los cambios, confiar en que lo inesperado no es necesariamente negativo, confiar en que las cosas pueden ir bien. Sustituir los pensamientos catastróficos y preocupantes con otros en los que nos permitamos vislumbrar un “final feliz”, un resultado deseado o una oportunidad.
La baja tolerancia a la incertidumbre es un ingrediente clave para la ansiedad. Necesitamos confiar en nuestras posibilidades de adaptación a los cambios, y considerar los imprevistos como oportunidades de mejora.