Dice el psiquiatra Luis Rojas Marcos en su libro La fuerza del optimismo:
“…resulta más eficaz invertir en estrategias dirigidas a aumentar nuestra visión optimista de las cosas que en medidas destinadas a cambiar nuestras creencias pesimistas…”.
Efectivamente, en los estudios sobre la heredabilidad del optimismo, se ha podido ver que la genética tiene solo cierta influencia sobre nuestra tendencia al optimismo o pesimismo. Y digo solo cierta tendencia, porque como veremos ahora, las cifras no son muy determinantes.
Para empezar, curiosamente, la heredabilidad no es la misma para ambos rasgos.
El optimismo, por ejemplo, se hereda en un 25% de las veces. Esto quiere decir que solo 25 de cada 100 optimistas deben a la genética su buen talante para enfrentar la vida. El resto, son optimistas porque han aprendido a serlo, quizá porque sus padres lo eran, o aprendieron en el colegio, o por los amigos…
Sin embargo, para el pesimismo, los genes tienen un peso de 45%. Lo que quiere decir que de cada 100 pesimistas, 45 vienen marcados por su herencia, y 55 por aprendizaje o por circunstancias.
Es decir, somos más moldeables en cuanto a aprender formas de pensar optimistas, hay más posibilidades de cambio. A eso se refiere Luis Rojas Marcos cuando dice que es más rentable intentar ser más optimista.
En cualquier caso, parece que merece la pena tratar de neutralizar la tendencia pesimista con el aprendizaje de nuevas rutas de pensamiento.
De entrenar el optimismo y aprender a pensar como lo hacen los afortunados optimistas, es de lo que va el próximo curso Pensar más Positivo.