Cuando indagamos sobre las causas del estrés en una persona, muy frecuentemente nos encontramos dos grupos de factores internos, por un lado la baja autoestima, y el miedo a no ser suficiente, y por otro, la alta exigencia, el perfeccionismo y la procrastinación.

Estos dos grupos de factores suelen aparecer juntos y conectados.

Si hay mucha exigencia, nunca se es suficiente. Si uno no se siente suficiente, forja un mal autoconcepto, se produce menosprecio, baja la autoestima.

Así, para que  cualquier cosa que hagamos tenga categoría de “digno”, se necesita superar unos estándares cercanos a la perfección. Como alcanzar esos estándares es muy difícil, entonces se produce la parálisis: “no puedo hacerlo perfecto” se convierte en “no puedo hacerlo” y comenzamos a procrastinar, (postergar tareas). Procrastinar nos hace sentir más insuficientes aún, y aquí aparece el estrés, la presión por la tarea pendiente.

Es necesario romper este círculo vicioso y podemos hacerlo en varios puntos de este recorrido:

  • Atacando al perfeccionismo , esforzándonos en frenar ese ansia de hacerlo perfecto, reservándonos el derecho de  cometer errores y tener la valentía de aceptarlos comprobando que la vida sigue, a pesar de ello.
  • Neutralizando el discurso crítico con nosotros mismos, creando discursos amables y compasivos que podemos utilizar en forma de afirmaciones. Repetiremos mentalmente cada día afirmaciones positivas para quitar fuerza a esas negativas que también nos hacemos diariamente sobre la poca valía, las faltas y los errores que cometemos.
  • En la exigencia, siendo más amable y comprensivo con uno mismo, aceptando nuestras limitaciones, y queriéndonos tal como somos. Perdiendo el miedo a no ser suficiente, porque nacemos suficientes.

Está en nuestra mano hacernos más inmunes al estrés. Siempre estamos a tiempo de entrenarnos y aprender nuevas rutas de pensamiento y de conducta que nos hagan menos vulnerables al estrés.

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