La exigencia en la gestión del tiempo, productividad y exceso de responsabilidades contribuyen diariamente a elevar nuestros niveles de activación y a que los sistemas de alerta se disparen como respuesta a lo que se percibe como situaciones de peligro.
Sentirse abrumado por un exceso de tareas, sojuzgado por baja productividad en el trabajo; o amenazado por la mala salud, la posibilidad de pérdida de empleo o de vivienda, son situaciones comunes en el día a día que propician el exceso de activación.
Esta sobreactivación ocurre tan frecuentemente que el organismo no tiene capacidad de recuperarse de los estímulos, y restablecer su funcionamiento normal, entrando en tensión crónica, que se manifiesta tanto a nivel físico, como mental y emocional.
- Síntomas a nivel Mental: Dificultad para concentrarse, confusión, falta de memoria, bajo rendimiento o alteraciones del sueño.
- Síntomas a nivel físico: Tensión muscular, con la consecuencia de contracturas y dolores, problemas digestivos, palpitaciones, dolores de cabeza, hipertensión, sistema inmunológico debilitado (frecuentes infecciones)
- Síntomas a nivel emocional Estado de alerta exagerado, irritabilidad, tristeza, desesperanza, falta de ilusión, desmotivación, o falta de sentido de la vida.
Aunque hemos nacido con la capacidad de volver al estado de relajación y recuperar los niveles normales de funcionamiento del organismo tras los momentos de tensión (homeostasis), con el tiempo hemos ido perdiendo esta habilidad.
La práctica regular de técnicas de relajación nos va a permitir instalarnos paulatinamente en una forma de estar diferente, en la que predomine la calma frente a la tensión, favoreciendo así la salud a todos los niveles y como consecuencia de ello, mejorando la calidad de vida.