Lo que entendemos por calidad de vida abarca diversos aspectos de nuestra existencia y en muchos de ellos el estrés tiene una influencia directa.
Por ejemplo, uno de los factores que más peso tienen sobre la calidad de vida es tener una sólida red social. No me refiero con esto a tener muchos seguidores, o tener perfiles en todas las redes sociales. Una red sólida puede ser simplemente tus padres, o tus hijos, o un par de buenos amigos. No es una cuestión de cantidad sino de calidad. El estrés perjudica este importante aspecto de la calidad de vida, ya que a menudo produce irritabilidad o deseo de aislamiento, lo que nos impide conectarnos adecuadamente con esas personas que serían fuente de apoyo.
Un aspecto nuclear en la Calidad de Vida es obviamente la salud física, El estrés crónico está vinculado a una serie de problemas de salud, como enfermedades cardíacas, trastornos gastrointestinales o alteraciones autoinmunes. La calidad de vida se ve afectada cuando la salud física se ve comprometida.
Otro gran pilar de la Calidad de Vida es nuestra capacidad para afrontar las dificultades cotidianas. Las herramientas o recursos con los que contamos para modificar o subsanar lo modificable, o para adaptarnos y aceptar lo inmodificable están menos accesibles cuando estamos bajo estrés, pensamos “peor”. Tenemos peor memoria, confusión o falta de concentración y todo esto nos hace funcionar a un nivel más pobre, menos eficaz. Perdemos capacidad de afrontamiento.
Y, por último, en el ámbito laboral, otra parte muy importante de nuestras vidas, el estrés excesivo puede disminuir la productividad y el rendimiento. Esto puede tener un impacto directo en la calidad de vida, ya que la satisfacción en el trabajo es un componente crucial.
En conclusión, la calidad de vida y el estrés están intrínsecamente relacionados en la sociedad moderna. La adopción de estrategias efectivas para gestionar el estrés mejora la calidad de vida, fomentando un equilibrio saludable entre las demandas de la vida diaria y el bienestar personal.